NOTA EXPRESO
Juan Manuel Fuertes, exdiputado y expresidente de lo que fue la Democracia Popular y luego la Unión Demócrata Cristiana, se niega a pasar a las organizaciones políticas por un derechómetro o un izquierdómetro. ¿Qué le pasó a la derecha? ¿Ya nadie se identifica abiertamente con esa tendencia?, se le consulta. El problema, responde, es que falta reflexión política y que las organizaciones están desestructuradas. Además, en la derecha han surgido outsiders, que irrumpen con partidos ad hoc, plataformas electorales financiadas por magnates, que impulsan proyectos personalísimos. Fuertes identifica entre ellos a Guillermo Lasso, con quien trabajó como subsecretario de Gobernabilidad. También a Álvaro Noboa y a su hijo, Daniel Noboa, el actual presidente. Para Ruth Hidalgo, decana de Ciencias Políticas de la UDLA, su defecto es no ser una tendencia orgánica. “La izquierda se une para defender su forma de concebir la democracia; la derecha desde hace algunos años ejerce canibalismo. No son orgánicos, no existe una planificación, una visión especifica que aglutine”. Luis Fernando Torres, político que entre 1992 y el 2000 fue alcalde de Ambato, con el apoyo del PSC, es más duro. Para él, la derecha ha sido, desde el retorno a la democracia en 1979, una etiqueta para identificar a los opuestos a una variedad de organizaciones autocalificados de izquierda por su dimensión socialista o populista. Eso ocurrió, detalla, con el roldosismo, entre 1979 y 1984; la socialdemocracia, entre 1988 y 1992; el bucaramismo, entre 1996 y 1997, y el correísmo entre 2007 y 2017. Torres coincide con Hidalgo al decir que la derecha no ha sido una fuerza orgánica. Es más, dice que no han tenido un plan de gobierno diferente a la izquierda, y con principios comunes a las agrupaciones estadounidenses o europeas de las llamadas derecha fuerte (Vox en España) o derecha moderada (Partido Popular en España). No logra ver que se identifiquen con la línea libertaria de Milei, en Argentina; el conservadurismo de Abascal, líder de Vox en España; Bolsonaro, en Brasil; Uribe, en Colombia; o Trump, en EE. UU.; el centrismo de Feijoó, PP en España; el globalismo naranja de Macron, en Francia; la moderación naranja de Biden (EE. UU.). Al Ecuador -opina Torres- le falta una estructura política o una corriente que combine principios conservadores y libertarios que inspiran en pensamiento y planes de gobierno, y en lo electoral, como pasa con Trump, Milei, Bolsonaro o Uribe, en la región. En eso insiste Juan Manuel Fuertes. “A la derecha le falta reflexión. Percibo vagancia. En la izquierda, con todas las críticas, mantienen el Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla”. Fuertes, hoy de 60 años, recuerda que cuando tenía 15, Ecuador volvió a la democracia. El se unió a la Democracia Cristiana. Desde esa edad eran reclutados e iban a foros, en donde conoció a Julio César Truji11o y a Osvaldo Hurtado. León Febres-Cordero y Lasso, según Fuertes, fueron los últimos presidentes de la derecha. Por ahora no ve a una figura nacional, que aglutine a la tendencia. EXPRESO buscó a Alfredo Serrano, presidente del PSC, pero no estuvo disponible.